Cuatro obras de 'land art' reflexionan sobre el territorio en la 17ª edición de Arte en la Tierra.


Los artistas Víctor Mata, Manolo González, Rubén Martín de Lucas y Claudia Rebeca Lorenzo ultiman sus intervenciones en piedra, hierro, paja y bosque.

En el Ártico los hielos se derriten a una velocidad alarmante. En la valla entre México y Estados Unidos alguien ha instalado balancines para que puedan jugar personas de ambos lados de la frontera; juntas aunque realmente separadas. En el Mediterráneo un barco cargado de náufragos busca un puerto seguro donde ponerlos a salvo. En cualquier ciudad, en cualquier barrio, a estas horas, alguna familia está siendo desahuciada de su casa... Hay muchas formas de levantar fronteras y muchas más de intentar cruzarlas.

En Santa Lucía de Ocón cada agosto se atraviesan los límites de lo real y lo imaginario, lo útil y lo estético, lo duradero y lo efímero, lo urbano y lo rural... Su intención es siempre de conexión y no de ruptura y se llama Arte en la Tierra, una cita de land art que invita a reflexionar sobre nuestros actos y omisiones como habitantes de un mismo planeta y un territorio común. Aunque a veces parezcamos extraños en el paraíso.

En lugar de aire, agua, fuego y tierra, estos días en la aldea riojana los cuatro elementos naturales son piedra, hierro, paja y bosque, los materiales empleados por los artistas Víctor Mata, Manolo González, Rubén Martín de Lucas y Claudia Rebeca Lorenzo para dar forma a sus intervenciones en el paisaje. Trabajando con ellos a lo largo de la semana, ultiman la exposición de esta 17ª edición.

En lo alto de un cerro próximo al pueblo, el catalán Víctor Mata levanta 'Espiera', un muro triangular en piedra caliza. En el centro, a modo de pacífica aspillera, una estrecha abertura permite el paso o al menos la observación del entorno y, estratégicamente calculado, de la torre de la iglesia. «Es un homenaje a este patrimonio que pretende enfatizar sus valores naturales y culturales», comenta el artista mientras mueve, carga, apila y pica toneladas de roca.

Próximo a él, en una pieza de cereal ya cosechada, el canario Manolo González recubre con papel de aluminio las varillas de hierro que dan forma a 'Ola fósil', «un pedazo de mar dibujado en el aire» que se integra en este paisaje tierra adentro junto a «las lomas que recuerdan ese mar de fondo que tenemos en las islas». Un mar que sabe mucho de naufragios.

Más abajo, pero también en una zona muy cercana, el madrileño Rubén Martín de Lucas ha constituido su 'República Mínima número 15', «un microestado de cien metros cuadrados con un solo habitante y un día de existencia». Los muros en este caso son de pacas de paja y las fronteras solo se podrían atravesar cumplimentando los trámites de 'Burocracias', otra crítica intervención grabada con voluntarios del pueblo pidiendo un visado que se mostrará en monitores en la ermita del Rosario.

La ermita precisamente, la chopera que hay junto a ella, es el emplazamiento escogido por la riojana Claudia Rebeca Lorenzo para establecer un bucólico hogar: piezas creadas en su estudio y otras elaborados in situ con materiales del propio bosquecillo habitan este jardín al mismo tiempo acogedor e inquietante, un entorno donde la frontera es interior. Y anoche, un quinto artista, el músico Iván Puñal, ofreció una sesión con música ambiental y proyecciones.

Mientras los hielos siguen derritiéndose y el mundo gira con sus ásperas grietas y fronteras absurdas, en Santa Lucía Arte en la Tierra insiste en explorar esos territorios limítrofes entre realidad y sueño para los que no hay cartografía posible.





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